CLÍNICA ANDANTE: Micropolíticas
Haciendo lo múltiple.
ENTRE TEXTOS: Caminando voces.
( taller vivencial ).
Nos dispusimos a leer un pequeño fragmento del libro “ El vagón de las mujeres” de Anita Nair. Trabajamos sus resonancias.
La sensibilidad de Claudia desde su escrito nos permitió tejer con múltiples hilos. Mucho hay para pensar si nos detenemos a mirar un contenedor de basuras.
Ella reparó en Jonás, un contenedor que estaciona en la puerta del consultorio. Imposible saber quien lo bautizó y qué designios tiene ese nombre (nunca dejará de ser su nombre aunque cargue con otras funciones). Jonás no para de contar, desde su olor, su relación con las moscas, con aquellos que lo convierten en baños o buscan en su interior algo para comer. Las características del barrio, sus tiempos, su orden, su vergüenza, sus vicios, sus rutas, todo o casi todo converge en un momento en el interior de Jonás.
Compartimos el escrito de Claudia, a quien agradecemos, ella nos ayudará a seguir pensando.
No escapan los sentidos a la silenciosa seducción que, en su modo sutil, ejerce la rutina, con la habilidad casi maternal de la manipulación. Como si fuera el goteo de un sedante mal administrado.
Como un mecanismo de engranajes aceitados, mis ojos te repasaban...un día, otro, semanas, meses, solo viéndote, sin más, porque ya nos conocíamos.
Así como la luz roja mueve el pie derecho hacia la izquierda, del mismo modo mis ojos distraídos responden a la mecánica humana.
Pero había algo diferente en vos, algo que me sacó de la anestesia de la rutina e hizo que te mirara.
Ese algo era tu boca abierta y ladeada, el aliento putrefacto que emanabas después de cada lluvia.
Ese hedor que no tenía más propósito que denunciar la injusticia y proclamar la igualdad. Reclamar la insolencia de los que se creen superiores, sin asumir que en la profundidad de tu estómago compartimos la misma oscuridad. En esa humedad pestilente en la que coincidimos sin tiempo ni clase, los blancos, los negros, los buenos, los malos, los que roban y los que también roban, los privilegiados y los invisibles, las personas de bien, la gente del mal, los que en nombre de la libertad succionan derechos, los que por convicción pelean por éstos, los que por necesidad se aferran en una mezcla de esperanza y desconsuelo.
Recibís día tras día, con impávida generosidad, las miserias de todos, con la certeza de que somos iguales, a pesar de nuestra testarudez.
Y esto último es lo que creo te hace gracia.
Entonces, tu boca torcida me confunde, no sé si es un grito de disgusto o una mueca de burla.
Lo que sí sé, mi querido Jonás, es que ya no sos nuevo en la cuadra, sino el viejo sabio que descifró la finitud de nuestra humanidad.
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